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Saturday, January 19, 2008

Querido Diario

Cuando uno se va lejos, sabe que la nostalgia lo va a golpear. Eventualmente, sabe uno que tendrá malos días y que en determinadas ocasiones los recuerdos serán demasiados. Es algo que todos tenemos fríamente calculado, es decir, uno sabe que se va, pero que siempre se va a quedar algo de uno ahí donde ya no está. Creo que el concepto lo describen mejor estos grandes escritores que han tenido que vivir en el exilio, y que siempre hablan con esa voz de la melancolía. A mí en lo personal me gusta Bryce Echenique por eso.

El asunto que uno no calcula es que la melancolía golpea por las cosas más absurdas. Es decir, uno puede hacer todo un programa de protección contra las canciones, los olores, y los sabores. Pero no puede hacerlo por las nimiedades de la vida, que cuando se está lejos, adquieren características importantes.
A mí en particular me hacen mucha falta las llamadas constantes con mi papá. Él y yo teníamos un plan compartido en donde nos salía gratis hablar por celular. Así las cosas, yo hablaba con mi papá más de 5 veces en el día. Eso, por supuesto, desde que admití que yo soy, seré y siempre he sido “la nene de papá”. Es tan rico.

Ya no. Las llamadas se han reducido a una vez a la semana y a mí eso me hace mucha falta. En especial cuando los costos de la telefonía en este país, y las ocupaciones de cada uno evitan que el asunto sea al menos un poco más frecuente. Lo que pasa es que procuro no pensar en eso. Trato de no recordar, o de ponerle una censura al tema de los “papas” y evito mucho saber de las familias de mis amigos, como única herramienta para no pensar en la mía.

Eso claro, hasta que uno va caminando muy tranquilamente y un vendedor de celulares me aborda tratando de venderme justamente ese plan. “llamadas ilimitadas a un número, podría ser el de tu papá”. Lo dijo tal cual, lo que es raro, porque siguiendo la tradición azteca debió decir “jefe”. Pero no, dijo papá (yo no contrataría un plan para hablar ilimitadamente con mi jefe, ni a balazos). Y claro, la sola frase trajo a colación todas las llamadas que en este año no nos hemos hecho. Todo lo que no le he podido contar, porque se convierte en algo sin importancia cuando tienes solo 15 minutos para hablar con los viejos. La vida a los dos nos ha cambiado tanto, y no hemos tenido oportunidad sincera de sentarnos como en los viejos tiempo a discutirlo. No ha sabido de las mañanas en que yo me he levantado tarde, o lo juiciosa que ahora soy levantándome temprano. No sabe de mis viajes, ni de mis compras, ni siquiera puedo contarle sobre mis dudas.

A ratos, me hace mucha falta ser la nena de papá.

Y pensar, además, que él no va a leer esto.

5 comments:

Alrevez said...

Pues yo se que no pidieron levantar la mano, pero por si acaso, Yo levanto la mano bien alto!

Mafe said...

Yo levanto mi manito de nena de papá que se levantaba a desayunar y desglosar el periódico con él... mi papi tampoco sabe que tan juiciosa soy desde que me toca defenderme solita :(

Anonymous said...

Y pensar además, que ella, no va a leer esto.

Y pensar que les escribimos con ganas de no decirlo.

Anonymous said...

para ser honesta, puesto que soy una exiliada como tú, la verdad es que yo nunca calculé el peso de la nostalgia ni cuanto me iba a costar (en todos los sentidos) estar lejos de mi país. se sabe que te vas lejos, pero nunca piensas en la nostalgia que se necesita para cubrir la distancia que te separan de tu nueva casa y tu tierra, de las cosas que conoces.

Anonymous said...

también levanto la mano... así no me haya tocado tan así, porque pude sentir lo mismo que sintió cuando el vendecosas inocentemente le dijo "puedes llamar a tu papá", o sea que le estoy echando flores a su prosa.

Y para lo de los costos de las llamadas se inventaron skypeout, skypein... pero si, ya sé que no es lo mismo. Pero se acerca.