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Wednesday, September 19, 2007

Una mañana

Curiosamente después de más de 6 años mis mañanas se han convertido en algo familiar. Normalmente alguien de la casa se desespera por el ruido de los dos despertadores que yo llevo más de 15 minutos ignorando y acude a mi cuarto sólo para sacudirme por que “ya es hora”.

Normalmente, también, todavía es de noche. Entre trancazos y madrazos yo alcanzo el baño, mientras alguno de los de la casa me recuerda que debido a esos mismos 15 minutos de sueño forzado, yo sólo tengo 5 minutos para entrar ahí. “Hay que correr”.

Alguien siempre me grita desde abajo que si en serio no quiero desayunar algo, aunque sea uno de “tus tinticos”, en lo que se ha convertido ya en una señal de que me quedan 5 minutos más para estar lista. Esta claro que, después de semanas enteras diciéndoles que yo por la mañana soy incapaz de tragar algo, el grito de los tinticos es sólo una más de las innumerables señales de que la casa empieza a despertar.

Y comienzan las charlas, que ya tienen mucho de pláticas, sobre el día que cada uno va a tener, sobre las horas en que se va a regresar al hogar, sobre los favores que hay que tener en cuenta (no debo olvidar), incluso las recomendaciones de siempre: sabes que tienes que mandarme un mail.

Siempre hay un par de bendiciones, para que todo les vaya bien. Es de los pocos plurales que siento con cariño, rayando en la ternura. Además de las infinitas recomendaciones viales, y el “no se te olvide el celular” que siempre enmarca la salida apurada después de 5 minutos decidiendo que tanto frío podrá o no hacer.

Ha habido mañanas en que he ayudado a escoger una corbata, o un abrigo más grueso, “mira que está lloviendo”. En un par de ocasiones he tenido que gritar para que paren por que “nadie apago la cafetera” y en una casa que desde tan temprano se queda sola, eso es un peligro mortal. Eso sin las innumerables veces que he salido más dormida que despierta sólo para estrellarme de frente contra el vidrio del carro.

Incluso he aprendido a conciliar la música que se escucha por las mañanas, ya de camino, según las ganas que se tenga de despertar. Hay pon algo suave que quiero seguir soñando. O no, hoy despiértame ya que tengo un día tenaz.

Las mismas recomendaciones para “tener un buen día”, y para “no se te olvide avisar”. Acá todo se hará, por recomendación familiar “con cuidado” e incluso los mensajes avisando que ya algo se olvido en el carro (normalmente la sombrilla) sirven para sonreír: se está en lo que la gente llama un núcleo familiar.

Curiosamente después de más de 6 años mis mañanas se han convertido en algo melancólico.

1 comment:

Mafe said...

Esa melancolía suena muchísimo a despedida...
Lo mismo me pasa por aquí comadre, eso de andar viviendo en un sitio que no es la casa de siempre, pero que se ha convertido en MI casa... es duro de aceptar.