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Sunday, February 22, 2009

Flaco, favor. (*)

En determinado momento uno sabe que salvo el sentido del humor, todo puede ser negociable. Claro, es una regla de ida y vuelta. Es decir, en determinado momento de la vida todos nos damos cuenta que a nosotros también se nos juzga por el sentido del humor.

Creo que yo me di cuenta de eso hace un par de años atrás, por que a mi me gusta hacer reír a mis amigos. El asunto es que siempre he tenido una competencia muy grande, y en general el papel del “chistoso” del grupo se lo dan a alguien más (con justa razón). Pero aún así, mucho de lo que yo disfruto de una conversación con alguien es poder hacerlo reír.

Así, uno aprende hablando con la gente que hay algunas personas de risa fácil. Y otras que no. Y que normalmente eso esta directamente relacionado con su nivel de inteligencia. Aunque suene muy raro, pero es usual que la gente que es absolutamente brillante, no sean amplios con su risa. Suelen ser amables, e incluso bastante sinceros en las sonrisas. Pero una risa, una carcajada, es algo que no entregan con facilidad.

Está por ejemplo, el flaco. Yo comencé ha hablar con el flaco en algún punto del año pasado por un chiste fácil que andaba circulando por el grupo de amigos que tenemos en común. Eran días fáciles, por que las conversaciones empezaban con este chiste, sobre las cualidades de un alcalde local, y entonces, era cosa de todos los días hacerlo reir.

El problema, y el reto, comenzaron a medida en que pasábamos días enteros hablando por los distintos canales que para ello dispone la tecnología. Es lo de siempre, entre más conoces a alguien mas sabe lo brillante que es, y es más difícil caer en el “chascarrillo” fácil para hacerlo reír. Es parte también de un sentido de vergüenza propia. Uno no va por la vida contando malos chistes a gente que sabe que no se ríe por cualquier pendejada.

Y eso es lo que hay que agradecer. Por que las pocas veces que honestamente el flaco se ha reído por alguna respuesta o comentario mío, se que no sólo es una risa sincera, sino que es un reconocimiento a cierto nivel de inteligencia. Nivel, por supuesto, que no lo pongo yo, sino la maravillosa mente de este personaje. En justicia, tengo que decir que pasan semanas en donde no sólo el flaco no se ríe, sino que esta muy tentado a escupirme. Siempre lo he sabido, no sólo es inteligente, es absurdamente paciente con todas mis pendejadas.

Puedo decir, también, que el tiempo en el que si habitamos en la misma ciudad, yo me reí mucho. Mucho, mucho. ¿Qué tan seguido se conoce una persona así en el mundo?. Alguien que te haga reír, y que además te inspire para tratar de hacerlo reir, en un simple sentido de la “correspondencia”. Eso es tan raro de encontrar, que a veces me siento la conocedora de un gran secreto. De ese tipo de cosas que después uno presumirá en pasado: “ese tipo tan brillante de ahí yo lo conocí cuando era un desconocido para ..bla bla bla bla”.

Vengo hoy acá no a descubrir la identidad del talentoso “flaco”, sino a expresar mi agradecimiento sincero a ese personaje que me ha hecho entender que hacerlo reir a él, habla bien de mi. Así pasen semanas enteras sin que lo logre. Y claro, por que el artículo de Orsai de la semana me provoco escribir sobre eso, sobre lo importante que son en la vida de uno, las personas a las que queremos hacer reir. 

(*)Contrario a lo que dice la sabiduria popular, algunos de los mejores favores en este mundo, son "flacos". Se los digo yo, que lo conozco

1 comment:

Mafe said...

Estoy de acuerdo, encontrar a alguien que nos hagan a nuestras anchas y poderle sacar una sonrisa pícara no es algo de todos los días. Eso sucede casi CASI por la misma época que pasa el cometa Halley.

....

Carajo! me pongo a pensar y yo como que soy de carcajada fácil. Una de dos: o soy bien bruta o estoy rodeada de gente impresionantemente inteligente de humor elegantísimo!