Crónica de una muerte anunciada

La teoría de que las mujeres caemos por el oído, nunca es más cierta que cuando a mi me hablan con acento bogotano. Pero si además es un acento producido por la humanidad de un mono (a.k.a güero) alto, blanco y de ojos verdes, a mi me pueden ir dando por perdida.

Está comprobado, además, que yo siempre me comportaré como una idiota cuando alguien de verdad me gusta así. Y es que quién putas se concentra en la formación de frases (sujeto, verbo, predicado) cuando se tiene a semejantes ojos verdes mirándome.

Murphy, además, es un cabrón. Sólo a él se le puede ocurrir que un muy muy buen amigo decida presentarme a semejante hermosura de hombre en lo que se suponía iba a ser una reunión tranquila para ver un partido en el que íbamos a perder. JA!!! Yo ya iba sin maquillaje, con la cara post día entero de trabajo y con el pantalón absolutamente emparamado. Un cabrón, con decirles que hasta ganamos el pinche partido. Ya con eso les dije todo...el cabrón estaba en mi contra.

Ahora, no todo está perdido. Es cierto que deje mi sombrilla en su carro. Sólo a mi se me ocurre dejar la sombrilla en plena temporada de huracán (no se imagina la lavada que me metí) pero es que tampoco fue que estuviera pensando de a mucho. Es decir, eso pensado, pensado, no fue. Pero sigue siendo válido. Ahora solo tengo que ingeniármelas para ubicarlo y que el man me devuelva la sombrilla. Sombrilla que ya ni servía, pero esos son minucias.

El problema es que yo lo puedo pensar todo muy bien, pero en el momento de la ejecución me voy a estupidizar. Esto ha pasado desde presentarme con el nombre de otra hasta el hecho cierto de colgarle el teléfono por que se me atoraron las palabras en la garganta. Dios, soy pésima cuando de ojos verdes se trata.

Además me conflictua que el man no me pidió el teléfono. Digo, yo se, todo no está perdido. O bueno, saber saber, ni idea. A esta hora no hablo yo sino el tequila que tuve que tomarme apenas lo vi pa agarrar algo de coraje. Perdón, “este, me lo tomo” (y ese chiste no lo va a entender nadie).

Estas cosas deberían dejar de pasarle a uno. Es decir, claro síntoma de que uno todavía es un peladito todo pendejo ahí en la vida (se tenga el título que se tenga) es que todavía se vuelva uno estúpido al primero que le diga “negros tenés los ojos”, como diría mi abuela. Peor aún, al primer par de ojos verdes que le propongan un brindis por la victoria. No seamos tan mariks, debería dejar de pasar.

Y además, pa rematar es colega, un colega ingeniero que descubrió que lo suyo en realidad no son los números, y que entonces empezó periodismo. De hecho está haciendo un trabajo de crónicas ahora del que no quise saber más por que pensé que se me iba a notar en la cara todo. Como bien diría uno de nuestros próceres “si no aprovechamos estos momentos de efervescencia y calor”.

En fin, mientras yo me preparo para la operación sombrilla, podrían uds levantar la mano y acompañarme en este nuevo sufrimiento (como si mi vida no tuviera bastantes, ya).

Pd: Por cierto, este post fue escrito aún contra la autocensura por que me conozco a murphy y sabiendo la profesión del susodicho es muy probable que en un futuro no muy lejano (me gusta pensar que cuando ya tengamos la parejita de hijos y estemos viviendo en alguna casa en los suburbios) se puede encontrar con lo escrito anteriormente, y entonces, indignarse profundamente. Eso claro, o me deja la opción de una “reconciliación en el sofá”, o me deja la opción de acabar con un castillo en el aire que nunca existió. Cualquiera de las dos me pareció válida.