Cuando uno voluntariamente decide irse a vivir a otro país, otra cultura, y básicamente “otro mundo” empieza a concertar estrategias básicas de supervivencia. Es una metodología sencilla, en realidad, pero que le permite a uno sobrevivir la urgencia de que TODO de un día para otro sea distinto a como ud lo conoció, o lo criaron, o lo vivió por muchos años.
A mi en lo particular me ha quedado, en medio de todo, muchos más fácil, por que de pura cobardía cuando decidí salirme supe que tendría que ir a un país de habla hispana. Ya bastante tiene uno con que uno día para otro el mundo de una vuelta de 180 grados, y ud se encuentre jugando en cancha ajena, como para además, hacerlo en otro idioma. Hasta allá no me dio a mi la ventolera.
En un escenario así, es urgente desarrollar estrategias de supervivencia para sentir, aunque sea un poco, que no todo es extraño, que se tiene cierto control, que ya se dominan las reglas del juego ajeno, y que en general, se le hacen pequeñas trampas a las costumbres que no son de uno.
Una de las mías es hacer exactamente lo contrario a lo que hacía allá. Es un poco como jugar al espejo. Mi vida es en muchas cosas la misma (trabajo, amigos, bla, bla,bla,bla) pero acá todo es exactamente opuesto a lo de allá. Como si uno no estuviera en otro país, sino viendo un reflejo. La triquiñuela me ha servido para dejar de sentir que las vainas son extrañas, y dejar de sentirme en cancha ajena. Es la misma vaina, reflejada en un espejo.
Así, una de las primeras cosas que he aprendido hacer acá para no perder el sentido de la realidad es que a mis amigos/as y gente de confianza la trato de UD. A cambio, soy muy capaz ya de tratar de “TU” a las personas que no tengo ni la mas mínima idea de donde salieron. Puedo pedir un café diciéndole a alguien que “si me alcanzaS el azúcar”, pero a mi amiga siempre le pregunto “como estuvo su fin de semana”.
Deberían verme diciéndole a los taxistas que “si me llevas a tal dirección”, como si no me hubiera montado a un taxi tomado de la calle, sino al carro de mi mejor amigo que se me quedo por allá.
Con esta pequeñísima estrategia, además, he conseguido quedar bien con todo el mundo. La gente que no conozco y me escucha hablar con desconocidos normalmente me felicita por lo rápido que me he adaptado, al punto que soy capaz de tutear. “Mira, los colombianos no tutean, pero tu ya estas más tranquila con ese tema”. Si, que ellos crean lo que quieran.
Por otro lado, la gente que me escucha hablar con mis amigos piensa que yo les tengo un INMENSO respeto. Que los colombianos somos gente muy respetuosa de la amistad, y que por eso los trato de UD. Como si no tratara con una compañero/a de borracheras y caminatas absurdas, sino con el abuelo aquel lleno de sabiduría. Si, que ellos crean lo que quieran.
Y todo marcha bastante bien hasta que un día con la confianza que ya da la rutina de los afectos, ud decide saludar a alguien de “quihubo sumerce” sólo para darse cuenta que tampoco entienden el sumerce, que bien podrían confundirlo con un verbo (yo sumerceo, tu sumerceas, el sumercea) y que habrá que desarrollar alguna estrategia para no cometer estos errores que logran ponerme de manifiesto que el espejo sólo lo veo yo, y que lo que pasa en realidad es que no estoy en el país que me vio crecer.
Que levante la mano el que me entienda.